Al leer el título de este libro, Leer, comprender e interpretar, se pensaría que, dada la relevancia de la temática, el prologuista debería ser una de las figuras académicas reputadas a nivel nacional o internacional. Nada más lejano del ideal. Quien prologa este libro es un profesor universitario, desconocido en los medios académicos autorizados y legitimados para hablar de lectoescritura académica, y lo que es más desafiante, alguien autorizado (algunos dirían capaz) para conectar el proceso de lectura con los procesos neurofisiológicos que serían los responsables del esquivo gusto lector.